Comenzamos nuestra andadura a las cuatro de la tarde al lado del refugio de Tabernés. El cielo está raro, nublado pero con algún claro en la lejanía, veremos si no nos cae una buena. Seguimos el camino que baja hasta el río Zinqueta de la Pez e iremos cerca de él durante un rato disfrutando de esta maravilla de valle, verde hasta decir ¡basta! y con una sensación continua de soledad que duele pero que te hace disfrutar de estos rincones semiolvidados en el Pirineo. A la altura del Vado de Bachimala, cruzamos un puente y vemos un gran pluviómetro; aquí es donde el camino del río debe dejarse y cambiar de rumbo 90º para seguir unos mojones que con decisión se internan en el bosque. Nosotros aquí cometimos un error de principiante pues nos preguntamos dónde llevarían esos mojones y no sacamos el GPS para comprobarlo (sic), el resultado fue que seguimos el camino del río y cuando nos dimos cuenta que íbamos mal tuvimos que recular y volver al pluviómetro. Sin comentarios.
Una vez en el camino correcto ponemos la directa tratando de recuperar tiempo, aunque de esto íbamos sobrados, y eso que la trocha, más que senda, sube con narices. Supera el bosque y llega a una zona de matorral y monte bajo donde el camino a los ibones se separa del que va al collado Señal de Biadós. No está muy marcado por lo que hay que estar atento pues un humilde y solitario mojón indica el desvío. En este punto se pone a lloviznear, esto se une a que yo empiezo a notar el cansancio tras el tiempo perdido abajo y la subida a lo bruto por la trocha, en fin, paciencia que llegamos Juan Carlos. Buscando mojones y siguiendo el track del GPS vamos subiendo hasta encontrar una senda más marcada ya en el pedregal. Esta senda nos lleva ya en poco tiempo a los ibones de Bachimala donde vivaqueamos.
Una vez en los ibones y parada la llovizna toca buscar un sitio para pernoctar. No vemos nada que nos convenza demasiado, o tienen piedras o están muy inclinados. Al rato Juan Carlos encuentra algo decente, medio llano y con una gran piedra que nos hace de parapeto para el viento. Cenamos y sopesamos por dónde debemos encaramarnos mañana a la cresta; que si por ahí, que no, que por más allá, uy! ese nevero lo puede complicar... cuando ya lo tenemos claro nos metemos a los sacos y a dormir. Noche fresca con luna llena y con algo de viento e incluso tres amagos de lluvia que afortunadamente se quedaron en unas gotas inofensivas.
Madrugamos como de costumbre. El día aparece con algo de nubes pero son de esas que se irán conforme avance el día. Eso nos tranquiliza. Desayunamos rápido y recogemos todo; esta vez vamos a hacer la cresta en ultra-high-ligereza, es decir, Juan Carlos con riñonera y yo con la mochililla de la BTT; una gozada crestear solo con esto, oigan! Eso sí, a tope de agua porque nos esperan unas cuantas horas sin que podamos repostar.
Buscamos una canal que separa una cota de 2930m del primer tresmil del día, el Pico de la Pez. El problema que vemos es que hay un nevero que sube mucho y vamos sin material pero menos mal que se pudo "soslayar" por la zona de rocas y aunque en algún momento hicimos pasos de funambulista pudimos encaramarnos a la cresta sin problemas. Eso sí, creemos que las trepadas en este punto fueron lo que más grado pudo tener de toda la cresta. Subimos al Pico de la Pez y empezamos a divisar el panorama; extenso hacia todas partes y eso que las nubes del lado francés pasan de vez en cuando y nos tapan visión. Después bajamos a la horcada entre el Pico de la Pez y el Pico Puerto de la Pez. Este tramo daría para mucho ya que dividir este pico en dos en discutible (casi ridículo en mi opinión) y luego hay otra cosa que quiero comentar: en el mapa Topopirineos 6.1 marca el Pico Puerto de la Pez en una cota notoriamente más baja que una cota intermedia entre ambos (¿?), pero bueno, nosotros subimos las tres cotas y marqué waypoint en las tres para que cada cual se quede con la que quiera.
Tras estos dos picos nos vamos hacia el Abeillé, en principio el pico más difícil de la cresta. A nosotros no nos lo pareció tanto, y no es por ir de sobrado pero aunque anduvimos a ratos por el filo de la cresta y otros ratos por uno u otro lado de la misma solo recuerdo un punto donde unas placas lisas e inclinadas podrían escupirte hacia abajo pero vaya, las repisas donde meter la bota y las manos eran numerosas por lo que pasamos sin más, con atención desde luego pero sin miedo. Algún gendarme lo rodeamos y otro lo pasamos por encima, y así llegamos a la cima del Pic de L´Abeillé, punto a partir del cual la cresta se suaviza mucho hasta llegar a la horcada entre la Punta Ledormeur y el Bachimala Gran. Hasta la Punta Ledormeur es un simple sube y baja donde vamos subiendo "cimas", a saber, el Marcos Feliú, el Pequeño Bachimala, Punta del Ibón y finalmente la Punta Ledormeur.
En la Punta Ledormeur o un poco antes yo empiezo a notar fatiga por lo que hacemos un pequeño receso para hidratarnos y comer algo. Estamos a un paso de subir al pico grande del día y no es cuestión de quedarse aquí, así pues bajamos a la horcada entre la Ledormeur y el Bachimala Gran y buscamos una losa lisa e inclinada que sabemos es la referencia para no ir por ahí sino por la izquierda de la misma y luego subir dejándola abajo, caminando por una vertiginosa repisa pero lo suficientemente ancha como para no irse para abajo. Una vez pasada la repisa la pendiente se suaviza y ya solo queda superar unos pocos metros para llegar a la cima del Gran Bachimala que con sus 3177m es un auténtico coloso del Pirineo y desde luego un mirador de lujo. La zona de Posets se ve magnífica desde aquí, una maravilla, pero no hemos terminado... todavía. Queda subir a la elegante Punta del Sabre, un pico diferenciado y que desde el Gran Bachimala nos va a costar unos 40 minutos ir y volver para emprender el regreso. No en vano bajaremos desde la normal del Bachimala hasta que nos separamos de esta para buscar una zona por la que bajar a los ibones de Bachimala y recuperar las mochilas grandes. Unos 600m de bajada. Después de llegar al vivac y coger las mochilas que habíamos dejado bien recogidas nos espera otra bajada hasta Tabernés, unos 800m netos. En total un descenso de 1400m después de haber estado paseando a más de tresmil metros durante unas cuantas horas, pero ¡qué demonios!, ¡que nos quiten lo bailao!, que 9 tresmiles no se suben todos los días (ni todos los veranos).
A las cuatro y media de la tarde llegamos al coche, cansados, exhaustos, pero muy contentos, nos ha salido todo redondo y el día se ha portado. No podemos pedir más. Un valle al que llegaba por primera vez y que me ha sorprendido por su belleza, por su soledad y por su sensación de estar algo salvaje y poco transitado, una joya a la que volveré espero que no muy tarde, quedan los Culfredas ahí esperando, y el Lustou, y muchas otras cosas.
Después del ladrillo que me ha salido esta vez vamos con las fotos.